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Thursday, February 14, 2008

HISTORIAS DE FICCIÓN, HISTORIAS REALES, PASA EN HOSTEL COLONIAL

Billy y Meche, dos a perderse (un cuento de ficción)
FLIGHT 505 MAD – BUE – 12 Horas de vuelo. Poca actividad, el I-Pod a buen volumen. Arribo, en Madrid son las 4 p.m., en Buenos Aires las 11 a.m., maldito reloj, no coincide con la hora del I-Phone.
Ezeiza, retiro de equipaje, migraciones, taxi, taxi, taxi, tax... siii.
Rumbo a Hostel Colonial, hostel famoso en la ciudad, casa histórica, recepción, check in, llegué dice Meche. Quiero Buenos Aires. Voy a devorarme sus calles, San Telmo, La Boca, Palermo, baja la escalera, un saltito y Billy dice Jelou!.
Ella no habla inglés, el tampoco español. Ninguno de los dos se parece a un puto tema de Arjona. Ella mira y se va, los ojos de él también.
Pasaron horas, el se fumó la tarde, ella bebió un poco de sol, mierda, Arjona que vuelve.
Volvieron a mirarse. Cervezas. Música. Noche y plan de mañana.
Ninguno habló de Creamfields.
Mañana. Breakfast. Walk. Obelisco click, Casa Rosada, click, Cabildo, click, click, click.
Se reconocen compañeros de viaje, del propio, sin compartirlo o quizás si, sólo un poco.
Deciden poner fin al tour políticamente correcto, cambio de planes y se dejan engullir por Buenos Aires.
Tango, Dulce de Leche, Maradona, Evita y Gardel, se los perdieron a todos, no los buscaron.
No buscaron encontrarse, simplemente pasó y los días también.
Efímeros. Sin efemérides del trip porteño. Check out. Hasta siempre. Good bye my friend. Sin nostalgias, eso es un bien argentino. MSN? Twitter? Skype? Nada de eso.
Meche llega a Madrid, Billy a Toronto. Nosotros acá. Saudades de esa increíble libertad.

Yo también miraba Robotech (un cuento real)

El mundo de los viajes de mochila es así, imprevisible, insólito, irreverente al punto de vulnerar las estructuras de control, por momentos rayano con el desmadre, muy físico y poco formal. Personas que se convierten en verdaderos personajes, afortunadamente, la mayoría pintorescos, los menos, cuasi siniestros.
Todo comenzó así:
Llego al hostel, Hostel Colonial obviamente, ni tiempo para saludar en otra de mis fugaces incursiones. Sonó el timbre. Chequeamos por el visor del portero eléctrico y descubrimos a un chico de aspecto asiático. Abrimos.
Al subir la escalera, la cámara devuelve esta imagen: Ojos rasgados, delgado en extremo, pelo largo color fucsia furioso, remera con la cara de Scott Bernard (trip ochentoso) Do you remember Macross or Robotech? Bermudas anaranjadas y sandalias turquesa. Encandila.
La mochila triplica sus dimensiones al punto de no dejarlo pasar por la puerta. Personaje salido de un comic Manga, exótico y acalorado, ya que la temperatura en Buenos Aires no supera los 10º C por estos días.
- Where are you from? - pregunto.
- Japan - responde.
Sin mediar otra palabra y con la ficha de ingreso en su mano saca el revólver, sofisticado, mira láser buscando un blanco y comienza a jalar del gatillo.
- Maluco!!! - gritan unas chicas brasileras que están desayunando.
Todos al suelo, azorados e imaginando otra masacre juvenil, flashback recurrente.
Koshi (vamos a bautizarlo así) comenzó a reir a carcajadas y en su viaje lisérgico gritaba desaforado:
- Photo, photo, photo, this is a camera. La puta, pensé, arenga Gran Hermano al estilo Daisy May Queen por un japonés desquiciado, mal día para morir.
Reverendo hijo del sol naciente. Me incorporo de a poco con ganas de darle una paliza, todos temblamos aún. Me acerco lentamente y me para en seco y con tono marcial me dice:
- Hi, friend, I like this place - y me extiende la mano con una sonrisa de oreja a oreja.
Ahora entiendo porqué rien tanto con esos videos inclasificables que inundan You Tube.
Lo miro fijo y casi automáticamente replico:
- Welcome to Hostel Colonial.
En la radio comienza a sonar un temazo de los 80´, Soda Stereo, Hasta que pase el temblor, nunca un momento mejor musicalizado. End


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