Un Hostel. Era impensable en la primera mitad de los 90´ un alojamiento de este tipo en Buenos Aires. Argentina salía de la hiperinflación y entraba en el proceso de convertibilidad, esa época de realismo mágico en que pensamos que el peso argentino era una moneda más fuerte que el dólar. Es más, en toda Sudamérica el concepto era casi desconocido. Hostel? Hostal? Nada.
En la actualidad hay muchos hostels en la ciudad, los hay muy buenos, hay algunos con mucha onda, también están los “Papá, quiero ser un empresario cool!!!” y están las viejas pensiones que subidas al colectivo de otros, aprovechan la coyuntura y a la palabra Hotel le agregaron la “S” y borraron por completo la palabra “Familiar”. Hostel Colonial es sin duda el único nativo 2.0 (autobombo) en Buenos Aires, pero esa es otra historia.
Días pasados leía unos escritos y llegué a la conclusión de que el origen de Hostel Colonial tiene una historia y esta es al menos una parte de ella:
Para fines de los 80´acumulaba en sólo 4 años unos cuantos viajes de mochila, 7 para ser preciso, podía ser Vancouver o la Patagonia, Zihuatanejo o San Luis, Berlín o Iquique y obviamente Brasil.
Todos en albergues juveniles, algunos como en México, más cercanos a tolderías pero albergues al fin.
Enero 1991. Seis tipos con el pelo muy largo corremos por la Terminal de Ómnibus de Retiro. Dani, Marcelito, Norby, El Oso, Gus y yo. Llegamos sobre el límite horario. Costera Criolla. Buenos Aires – Río de Janeiro. 38 horas de viaje. Los conductores arrojan literalmente nuestras mochilas dentro del portaequipaje, mala cara y surge el primer problema. Los asientos comprados ya están ocupados y los tipos no se dan por enterados, única opción, al fondo, sobre el motor.
On the road, rumbo a Brasil, incómodos y con calor, el aire acondicionado sólo resistió unos 200 km., pero como dijo uno de los conductores sonriendo, al llegar a Río de Janeiro se solucionaría.
Paramos infinidad de veces en bodegones de una ruta polvorienta y en mal estado (actualmente, en partes es una autopista), casualmente en todos los lugares, el sándwich más barato y abominable cotizaba en Libras Esterlinas. Discusión bastante áspera con los conductores, algún tironeo y otra vez al camino.
En Paso de los Libres, Corrientes, bajamos para hacer los trámites migratorios y por sugerencia de los clowns que manejaban nuestro destino tuvimos que sacarnos toda la ropa y entre risotadas, los Gendarmes nos revisaron hasta el hartazgo, era de noche cuando subimos nuevamente al micro.
El puente, Uruguayana, ya estábamos en Brasil y la cosa empezaba a cambiar. La próxima parada sería en el “Posto é Restaurante Buenos Aires” , no extrañábamos, sólo que allí trabajaba desde hacía unos años Cachito, un viejo amigo del barrio. Jugábamos de locales. Los conductores seguían sordos ante nuestros reclamos y nosotros decidimos enmudecer. Nuestro próximo diálogo fue por señas o con las manos, según la interpretación. “El Oso” hizo lo suyo, era con 27 años el veterano del grupo, yo llamé a mis socios en Buenos Aires y varias cosas se ordenaron. Llegamos finalmente a Río de Janeiro, frescos y sentados en nuestros asientos, las muecas socarronas que nos acompañaron durante casi todo el periplo habían desaparecido junto a algunas sillas de ese comedor.
No era una Pousada, el lugar elegido era un Albergue de la Juventud, Lonely Planet no existía, Internet se venía y la palabra hostel seguía siendo un error de sintaxis.
Gente muy cool de todo el mundo, chicos, chicas, música y como marco la Bahía de Botafogo.
Todos estábamos ahí por una razón: “Rock in Río II”. Muchos iban a ver a New Kids on the Block, otros como nosotros, íbamos a la “Noche de los Metaleiros”, el 20 de Enero. Antípodas musicales, pero mucha onda en la interacción. La ciudad estaba convulsionada pero en paz. No era explosiva, era efervescente.
Playa, sol, hectolitros de cerveza, amigos que aún conservo y un espectacular partido de “futebol de praia” junto a Igor Cavalera, baterista de Sepultura.
Por las noches había fiestas en el albergue que indefectiblemente culminaban en la playa, con la banda políglota a pleno. Todos nos conocíamos, no importaba si hablabas español, inglés, alemán o hebreo, nos unía un denominador común: Compartir la experiencia.
Pasaron los NKOB y llegó el día. El Maracaná era realmente un infierno y eran recién las 10 a.m.. Tirabas un alfiler y rebotaba, 120.000 rockeros y en medio de la marea humana, recuerdo haberme cruzado a César Fuentes Rodríguez, editor de la revista Madhouse, un clásico para los cultores del género en la Argentina.
Lobao (Dios!! Era tan malo que hasta Wikipedia lo excluyó de su lista de participantes), Queensryche, Sepultura, Faith No More, Extreme, Megadeath, Judas Priest y Guns and Roses, aún con Izzy Stradlin y presentando a Matt Sorum. La grilla justificaba la presencia desbordante. La idea era estar debajo de la torre de sonido, pero la multitud te llevaba a pasear por todo el estadio que ya estaba colapsado. Encuentros con gente que paraba en albergues de Ipanema y Leblón y una idea que comenzaba a surgir.
Cerca de las 3 a.m. del 21 de Enero, exhaustos pero felices volvíamos para Botafogo. En bondi. En Río. Turismo aventura urbano, si es que ello existe.
Los días subsiguientes fueron una mezcla, acopio de información, estado de rock y Carnaval. Mangueira, Portela, Scolas do Samba, clubes, sensualidad y ritmo y así casi sin pensarlo llegó el día. Se terminó.
Buenos Aires. Argentina. Febrero 1991. 6 a.m.. Parado en la esquina de Tucumán y San Martín. José abría La Posada de 1820, reclamaba sus Garotos y me ayudaba con la mochila, en tanto yo miraba hacia arriba y pensaba qué buen lugar para instalar un albergue.
Buenos Aires. Febrero 2004. En la esquina de Tucumán y San Martín. Tucumán 509 para ser preciso, hay un albergue de la juventud. Hostel Colonial Buenos Aires. 13 años después de ese viaje iniciático y de tantos más.
Hostel Colonial, una idea que se concretó y va por más, todo lo demás, bueno, ya prescribió.
In Memorian: Dani Corletti – 1969-2007. “Porque los trenes nocturnos pasan así, veloces, fugaces y seguramente en donde estés, fumando tu cigarrillo con estilo, sonará esa maldita canción” Ahora sí. Chau.
En la actualidad hay muchos hostels en la ciudad, los hay muy buenos, hay algunos con mucha onda, también están los “Papá, quiero ser un empresario cool!!!” y están las viejas pensiones que subidas al colectivo de otros, aprovechan la coyuntura y a la palabra Hotel le agregaron la “S” y borraron por completo la palabra “Familiar”. Hostel Colonial es sin duda el único nativo 2.0 (autobombo) en Buenos Aires, pero esa es otra historia.
Días pasados leía unos escritos y llegué a la conclusión de que el origen de Hostel Colonial tiene una historia y esta es al menos una parte de ella:
Para fines de los 80´acumulaba en sólo 4 años unos cuantos viajes de mochila, 7 para ser preciso, podía ser Vancouver o la Patagonia, Zihuatanejo o San Luis, Berlín o Iquique y obviamente Brasil.
Todos en albergues juveniles, algunos como en México, más cercanos a tolderías pero albergues al fin.
Enero 1991. Seis tipos con el pelo muy largo corremos por la Terminal de Ómnibus de Retiro. Dani, Marcelito, Norby, El Oso, Gus y yo. Llegamos sobre el límite horario. Costera Criolla. Buenos Aires – Río de Janeiro. 38 horas de viaje. Los conductores arrojan literalmente nuestras mochilas dentro del portaequipaje, mala cara y surge el primer problema. Los asientos comprados ya están ocupados y los tipos no se dan por enterados, única opción, al fondo, sobre el motor.
On the road, rumbo a Brasil, incómodos y con calor, el aire acondicionado sólo resistió unos 200 km., pero como dijo uno de los conductores sonriendo, al llegar a Río de Janeiro se solucionaría.
Paramos infinidad de veces en bodegones de una ruta polvorienta y en mal estado (actualmente, en partes es una autopista), casualmente en todos los lugares, el sándwich más barato y abominable cotizaba en Libras Esterlinas. Discusión bastante áspera con los conductores, algún tironeo y otra vez al camino.
En Paso de los Libres, Corrientes, bajamos para hacer los trámites migratorios y por sugerencia de los clowns que manejaban nuestro destino tuvimos que sacarnos toda la ropa y entre risotadas, los Gendarmes nos revisaron hasta el hartazgo, era de noche cuando subimos nuevamente al micro.
El puente, Uruguayana, ya estábamos en Brasil y la cosa empezaba a cambiar. La próxima parada sería en el “Posto é Restaurante Buenos Aires” , no extrañábamos, sólo que allí trabajaba desde hacía unos años Cachito, un viejo amigo del barrio. Jugábamos de locales. Los conductores seguían sordos ante nuestros reclamos y nosotros decidimos enmudecer. Nuestro próximo diálogo fue por señas o con las manos, según la interpretación. “El Oso” hizo lo suyo, era con 27 años el veterano del grupo, yo llamé a mis socios en Buenos Aires y varias cosas se ordenaron. Llegamos finalmente a Río de Janeiro, frescos y sentados en nuestros asientos, las muecas socarronas que nos acompañaron durante casi todo el periplo habían desaparecido junto a algunas sillas de ese comedor.
No era una Pousada, el lugar elegido era un Albergue de la Juventud, Lonely Planet no existía, Internet se venía y la palabra hostel seguía siendo un error de sintaxis.
Gente muy cool de todo el mundo, chicos, chicas, música y como marco la Bahía de Botafogo.
Todos estábamos ahí por una razón: “Rock in Río II”. Muchos iban a ver a New Kids on the Block, otros como nosotros, íbamos a la “Noche de los Metaleiros”, el 20 de Enero. Antípodas musicales, pero mucha onda en la interacción. La ciudad estaba convulsionada pero en paz. No era explosiva, era efervescente.
Playa, sol, hectolitros de cerveza, amigos que aún conservo y un espectacular partido de “futebol de praia” junto a Igor Cavalera, baterista de Sepultura.
Por las noches había fiestas en el albergue que indefectiblemente culminaban en la playa, con la banda políglota a pleno. Todos nos conocíamos, no importaba si hablabas español, inglés, alemán o hebreo, nos unía un denominador común: Compartir la experiencia.
Pasaron los NKOB y llegó el día. El Maracaná era realmente un infierno y eran recién las 10 a.m.. Tirabas un alfiler y rebotaba, 120.000 rockeros y en medio de la marea humana, recuerdo haberme cruzado a César Fuentes Rodríguez, editor de la revista Madhouse, un clásico para los cultores del género en la Argentina.
Lobao (Dios!! Era tan malo que hasta Wikipedia lo excluyó de su lista de participantes), Queensryche, Sepultura, Faith No More, Extreme, Megadeath, Judas Priest y Guns and Roses, aún con Izzy Stradlin y presentando a Matt Sorum. La grilla justificaba la presencia desbordante. La idea era estar debajo de la torre de sonido, pero la multitud te llevaba a pasear por todo el estadio que ya estaba colapsado. Encuentros con gente que paraba en albergues de Ipanema y Leblón y una idea que comenzaba a surgir.
Cerca de las 3 a.m. del 21 de Enero, exhaustos pero felices volvíamos para Botafogo. En bondi. En Río. Turismo aventura urbano, si es que ello existe.
Los días subsiguientes fueron una mezcla, acopio de información, estado de rock y Carnaval. Mangueira, Portela, Scolas do Samba, clubes, sensualidad y ritmo y así casi sin pensarlo llegó el día. Se terminó.
Buenos Aires. Argentina. Febrero 1991. 6 a.m.. Parado en la esquina de Tucumán y San Martín. José abría La Posada de 1820, reclamaba sus Garotos y me ayudaba con la mochila, en tanto yo miraba hacia arriba y pensaba qué buen lugar para instalar un albergue.
Buenos Aires. Febrero 2004. En la esquina de Tucumán y San Martín. Tucumán 509 para ser preciso, hay un albergue de la juventud. Hostel Colonial Buenos Aires. 13 años después de ese viaje iniciático y de tantos más.
Hostel Colonial, una idea que se concretó y va por más, todo lo demás, bueno, ya prescribió.
In Memorian: Dani Corletti – 1969-2007. “Porque los trenes nocturnos pasan así, veloces, fugaces y seguramente en donde estés, fumando tu cigarrillo con estilo, sonará esa maldita canción” Ahora sí. Chau.
2 comments:
Gracias, Jor, sos un amor, desde que lo leímos con mamá (nos avisó José Luis)que no podemos parar de llorar, la vieja aún atesora una foto de cuando ustedes tenían 6 años y eran una banda de enanos imcreíble, estaría bueno juntarlos a todos otra vez, Dani se cagaría de risa escuchándolos. Un beso. Nat
ehhh......me dejaste sin palabras loco, qué viaje hicimos, no se te escapó nada. Te mando un abrazote.
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