El bailarín de tango más famoso de la Vieja Guardia que ha tenido nuestro país tiene nombre y apellido. Jorge Orcaizaguirre, también conocido como el vasco o simplemente Jorgito, se dio a conocer al gran público bajo el seudónimo de “Virulazo”. Todo un personaje de Buenos Aires que encantaba no sólo por la sobriedad y gracia de sus movimientos sobre las pistas de cada milonga o teatro, sino además por su personalidad arrolladora.
Su apodo surge cuando tenía 18 años y jugaba a las bochas (una especie de bowling por aproximación) en los almacenes de su San Justo natal. Tenía un tiro potente que emocionaba a un viejo italiano que gritaba “¡Mandale el virulazo!” cada vez que lo veía prepararse para ejecutarlo. De infancia humilde, realizó todo tipo de trabajos (desde lustrador de zapatos hasta vendedor de comida en puestos callejeros), mientras practicaba su amado tango.
Confesaba que bailaba desde los 13 años, pero antes ya practicaba en el patio de su casa. Un día, bailando en una milonga de Mataderos lo vieron dos cantantes de tango de aquel entonces y le sugirieron que debía cobrar por el espectáculo que brindaba en las pistas. AL día siguiente comenzó a bailar en un almacén de calle Corrientes. De allí pasó a bailar en diferentes cabaret de moda y terminó su primera etapa ganando un concurso nacional en 1952.
De allí vendría la fama mundial, las giras por Estados Unidos y Europa y la posterior consagración local. En los 80 decidirá retirarse, pero volverá tiempo más tarde con el espectáculo Tango Argentino. Sorprendió allí al mundo con su estilo único, barrial, sin coreografías, pura creatividad e improvisación. Reconocido por otros grandes como el bailarín ruso Nureyev, o actores fanáticos del estilo como Anthony Quinn y Robert Duvall, “el gordo” –como se lo conoció en sus últimos años- nos dejó un 2 de agosto de 1990. Lo lloraron sus cinco hijos y su esposa y eterna pareja de baile, Elvira.
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