Recuerdo de María A.
Bertold Brecht
Fue un día del azul septiembre cuando
bajo la sombra de un ciruelo joven,
tuve a mi pálido amor entre los brazos
como se tiene a un sueño calmo y dulce.
Y en el hermoso cielo de verano,
sobre nosotros, contemplé una nube.
Era una nube altísima, muy blanca.
Cuando volví a mirarla, ya no estaba.
Pasaron, desde entonces, muchas lunas
navegando despacio por el cielo.
A los ciruelos les llegó la tala.
Me preguntas: "¿Qué fué de aquel amor?"
Debo decirte que ya no lo recuerdo,
y sin embargo, entiendo lo que dices.
Pero ya no me acuerdo de su cara
y sólo sé que un día, la besé.
Y hasta el beso lo habría ya olvidado
de no haber sido por aquella nube.
No la he olvidado. No la olvidaré,
era muy blanca y alta y descendía.
Acaso aún florezcan los ciruelos
y mi amor tenga ahora siete hijos.
Pero la nube sólo floreció un instante:
cuando volví a mirar, ya se había hecho viento.
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