Después de unos días de ausencia, dado que el lunes nació Catalina, otro de los más bellos viajes que decidimos emprender con mi mujer, regresé al Microcentro y como todos los días, algo insólito vuelve a sorprenderme y dar por hecho que los acontecimientos que por este barrio (San Nicolás, Nuevo Bajo, El Bajo) se suceden en forma constante, vibrante y sorprendente, en otros sitios de la ciudad de Buenos Aires, llevarían meses, quizás años.
Gente desayunando, mucha afortunadamente, todos felices, están de vacaciones y eligieron Hostel Colonial.
LLaman la atención 4 chicas rosarinas (oriundas de la ciudad de Rosario, cuna del Negro Olmedo, del recientemente fallecido Roberto Fontanarrosa y según dicen de las mujeres más bellas de la Argentina).
Las chicas están exultantes y el motivo de la euforia, más allá del viaje, son las 10 ó 12 cajas que exhiben arriba de la mesa de Rivotril, la nueva panacea para combatir la depresión, el stress urbano y los panic attack, según sus dichos, en desmedro de otros medicamentos como Prozac o Lexotanil, también según los dichos de estas expertas y ávidas consumidoras de 22,24 y 25 años .
Porqué hago referencia a este tema? Simplemente porque cada día veo más y más jóvenes, consumir desaforadamente psicofármacos, calculo sin ningún tipo de prescripción y realmente más allá del caracter de fenómeno socialmente aceptado e incorporado, creo que hay viajes que nos fascinan y apoyamos, de hecho somos parte de esta industria y hay otros que no nos agradan, es más nos degradan y desde nuestro lugar, como actores sociales que somos, estamos realmente comprometidos con generar conciencia sobre temas ríspidos que no tienen que ver quizás con el negocio, pero sí con el factor humano que lo compone y que en definitiva es la escencia de todo esto.
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