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Thursday, January 21, 2010

Paseo Nocturno por la Reserva Ecológica (Por Hostel Colonial, Buenos Aires)


Hay pequeños secretos, pequeñas joyas turísticas que están bien guardadas. En nuestra ciudad, una de ellas es el paseo por la Reserva Ecológica de Costanera Sur bajo la luz de la luna. Como el plan indica, sólo se puede realizar una vez al mes, cuando la luna acompaña, e incluso la fecha puede suspenderse por mal clima. Pero, quienes tienen la suerte de reservar un lugar, se van más que satisfechos con la experiencia.

La Reserva Ecológica se ubica en Costanera Sur, detrás de Puerto Madero, sobre el Río de la Plata. Antiguamente era parte del Balneario Municipal, cuyo apogeo fue entre las décadas del ’30 y ’50. Tres décadas de abandono construyeron lo impensado: el mayor área verde y de protección de fauna de la ciudad. Los pastizales crecieron, el río trajo semillas de nuevas especies de árboles y los animales se instalaron, completando un espacio verde que surgió de la nada, para recordarnos lo frágil de las ciudades y el avance inexorable de la naturaleza.

El paseo bajo la luz de la luna se realiza con grupos de aproximadamente 40 personas, hay dos guías que acompañan todo el trayecto y son los encargados de hacernos distinguir los animalitos que se esconden en la tenue luz de medianoche (nutrias, coipos, patos, gallaretas, cisnes, garzas, entre otros). A medida que se avanza por los distintos paseos, se atraviesan lagunas, pastizales, juncales y espacios con la flora y fauna típicas del clima húmedo del delta. También, casi sin notarlo, se va dejando atrás el ruido y la luz de la ciudad. Luego de 1 hora de recorrido (son 3 en total), el sonido de la urbe desaparece y da lugar al canto de grillos y ranas. La luz es menor, sólo la luna está allí para guiarnos, el reflejo de las luces de Buenos Aires tampoco llega. De pronto quedamos en medio del silencio de la noche, la única referencia son las voces de los guías y el contacto con la espalda de algún compañero de viaje. Un atajo, y de vuelta al río. Entrar en la ciudad es una sensación extraña, de la calma, la oscuridad y el silencio al movimiento incesante de Buenos Aires. Los pasos son lentos, observamos con detenimiento hasta la iluminación de la calle, como si recién la descubriéramos. Y, de a poco, volvemos al ritmo habitual, los pasos se aceleran, la voz recupera su tono y recordamos que ya es hora de parar por un trago.

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